8 Se acercaron entonces a él los príncipes de los hijos de Esaú, todos
los jefes de los moabitas y los generales del litoral, y le dijeron:
9 «Que nuestro señor escuche una palabra y no habrá ni un solo
herido en tu ejército.
10 Este pueblo de los israelitas no confía tanto en sus lanzas como en
las alturas de los montes en que habitan. De hecho no es fácil
escalar la
cumbre de estos montes.
11 «Por eso, señor, no pelees contra ellos en el orden de batalla
acostumbrado, para que no caiga ni un solo hombre de los tuyos.
12 Quédate en el campamento y conserva todos los hombres de tu
ejército. Que tus siervos se apoderen de la fuente que brota en la falda de la
montaña,
13 porque de ella se abastecen todos los habitantes de Betulia. La sed
los destruirá y tendrán que entregarte la ciudad. Nosotros y nuestro pueblo
ocuparemos las alturas de los montes cercanos y acamparemos en ellas,
vigilando para que no salga de la ciudad ni un solo hombre.
14 Ellos, sus mujeres y sus hijos, serán consumidos por el hambre y,
aun antes de que la espada les alcance, caerán tendidos por las plazas de su
ciudad.
15 Entonces les impondrás un duro castigo por haberse rebelado y no
haber salido a tu encuentro en son de paz.»
16 Parecieron bien estos consejos a Holofernes y a todos sus
oficiales, y ordenó que se ejecutara lo que proponían.
17 Se puso en marcha el ejército moabita, reforzado por 5.000 asirios,
acamparon en el valle y se apoderaron de los depósitos de agua y de las
fuentes de los israelitas.
18 Los edomitas y ammonitas, por su parte, acamparon en el monte,
frente a Dotán, y enviaron destacamentos hacia el sur y el este,
frente a
Egrebel, que está al lado de Jus, sobre el torrente Mojmur. El
resto del
ejército asirio quedó acampado en la llanura y cubría toda la superficie del
suelo. Sus tiendas y bagajes formaban un campamento inmenso, porque
eran una enorme muchedumbre.
19 Clamaron los israelitas al Señor su Dios, pues su ánimo empezaba
a flaquear, viendo que el enemigo les había cercado y cortado toda retirada.