10 Entonces, mandó llamar a Jabrís y Jarmís, ancianos de la ciudad,
por medio de la sierva que tenía al frente de su hacienda.
11 Vinieron y ella les dijo: «Escuchadme, jefes de los moradores de
Betulia. No están bien las palabras que habéis pronunciado hoy delante del
pueblo, cuando habéis interpuesto entre Dios y vosotros un juramento,
asegurando que entregaríais la ciudad a nuestros enemigos si en el
plazo
convenido no os enviaba socorro el Señor.
12 ¿Quiénes sois vosotros para permitiros hoy poner a Dios a prueba
y suplantar a Dios entre los hombres?
13 ¡Así tentáis al Señor Onmipotente, vosotros que nunca llegaréis a
comprender nada!
14 Nunca llegaréis a sondear el fondo del corazón humano, ni podréis
apoderaros de los pensamientos de su inteligencia, pues ¿cómo vais a
escrutar a Dios que hizo todas las cosas, conocer su
inteligencia y
comprender sus pensamientos? No, hermanos, no provoquéis la cólera del
Señor, Dios nuestro.
15 Si no quiere socorrernos en el plazo de cinco días, tiene poder para
protegernos en cualquier otro momento, como lo tiene para aniquilarnos en
presencia de nuestros enemigos.
16 Pero vosotros no exijáis garantías a los designios del Señor nuestro
Dios, porque Dios no se somete a las amenazas, como un hombre, ni se le
marca, como a un hijo de hombre, una línea de conducta.
17 Pidámosle más bien que nos socorra, mientras esperamos
confiadamente que nos salve. Y él escuchará nuestra súplica, si le
place
hacerlo.
18 «Verdad es que no hay en nuestro tiempo ni en nuestros días tribu,
familia, pueblo o ciudad de las nuestras que se postre ante dioses
hechos
por mano de hombre, como sucedió en otros tiempos,