1 Cayó Judit, rostro en tierra, echó ceniza sobre su cabeza, dejó ver el
sayal que tenía puesto y, a la misma hora en que se ofrecía en Jerusalén, en
la Casa de Dios, el incienso de aquella tarde, clamó al Señor en
alta voz
diciendo:
2 Señor, Dios de mi padre Simeón, a quien diste una espada para
vengarse de extranjeros que habían soltado el ceñidor de una virgen
para
mancha, que desnudaron sus caderas para vergüenza y profanaron su seno
para deshonor; pues tú dijiste: «Eso no se hace», y ellos lo hicieron.