3 Por eso entregaste sus jefes a la muerte y su lecho, rojo de
vergüenza por su engaño, lo dejaste engañado hasta la sangre. Castigaste a
los esclavos con los príncipes, a los príncipes con los siervos.
4 Entregaste al saqueo a sus mujeres, sus hijas al destierro, todos sus
despojos en reparto para tus hijos amados, que se habían encendido de tu
celo, y tuvieron horror a la mancha hecha a su sangre y te llamaron en su
ayuda. ¡Oh Dios, mi Dios, escucha a esta viuda!
5 Tú que hiciste las cosas pasadas, las de ahora y las venideras, que
has pensado el presente y el futuro; y sólo sucede lo que tú dispones,
6 y tus designios se presentan y te dicen: «Aquí estamos!» Pues todos
tus caminos están preparados y tus juicios de antemano previstos.
7 Mira, pues, a los asirios que juntan muchas fuerzas, orgullosos de
sus caballos y jinetes, engreídos por la fuerza de sus infantes, fiados en sus
escudos y en sus lanzas, en sus arcos y en sus hondas, y no han reconocido
que tú eres el Señor, quebrantador de guerras.