2 Había un hombre en Sorá, de la tribu de Dan, llamado Manóaj. Su
mujer era estéril y no había tenido hijos.
3 El ángel de Yahveh se apareció a esta mujer y le dijo: «Bien sabes
que eres estéril y que no has tenido hijos,
4 pero concebirás y darás a luz un hijo. En adelante guárdate de beber
vino ni bebida fermentada y no comas nada impuro.
5 Porque vas a concebir y a dar a luz un hijo. No pasará la navaja por
su cabeza, porque el niño será nazir de Dios desde el seno de su madre. El
comenzará a salvar a Israel de la mano de los filisteos.»
6 La mujer fue a decírselo a su marido: «Un hombre de Dios ha
venido donde mí; su aspecto era como el del Ángel de Dios, muy terrible.
No le he preguntado de dónde venía ni él me ha manifestado su nombre.
7 Pero me ha dicho: “Vas a concebir y a dar a luz un hijo. En adelante
no bebas vino ni bebida fermentada y no comas nada impuro, porque
el
niño será nazir de Dios desde el seno de su madre hasta el día de
su
muerte.»
8 Manóaj invocó a Yahveh y dijo: «Te ruego, Señor, que el hombre de
Dios que has enviado venga otra vez donde nosotros y nos enseñe lo que
hemos de hacer con el niño cuando nazca.»
9 Dios escuchó a Manóaj y el Ángel de Dios vino otra vez donde la
mujer cuando estaba sentada en el campo. Manóaj, su marido, no estaba con
ella.