17 le abrió todo su corazón y le dijo: «La navaja no ha pasado jamás
por mi cabeza, porque soy nazir de Dios desde el vientre de mi madre. Si
me rasuraran, mi fuerza se retiraría de mí, me debilitaría y sería como un
hombre cualquiera.»
18 Dalila comprendió entonces que le había abierto todo su corazón,
mandó llamar a los tiranos de los filisteos y les dijo: «Venid esta vez, pues
me ha abierto todo su corazón.» Y los tiranos de los filisteos vinieron donde
ella con el dinero en la mano.
19 Ella hizo dormir a Sansón sobre sus rodillas y llamó a un hombre
que le cortó las siete trenzas de su cabeza. Entonces ella comenzó a
humillarlo, y se retiró de él su vigor.
20 Ella gritó: «Los filisteos contra ti, Sansón.» El se despertó de
su
sueño y se dijo: «Saldré como las otras veces y me desembarazaré.»
No
sabía que Yahveh se había apartado de él.
21 Los filisteos le echaron mano, le sacaron los ojos, y lo bajaron a
Gaza. Allí lo ataron con una doble cadena de bronce y daba vueltas a la
muela en la cárcel.
22 Pero el pelo de su cabeza, nada más rapado, empezó a crecer.
23 Los tiranos de los filisteos se reunieron para ofrecer un gran
sacrificio a su dios Dagón y hacer gran fiesta. Decían: «Nuestro
dios ha
puesto en nuestras manos a Sansón nuestro enemigo.»
24 En cuanto lo vio la gente, alababa a su dios diciendo: «Nuestro dios
ha puesto en nuestras manos a Sansón nuestro enemigo, al que
devastaba
nuestro país y multiplicaba nuestras víctimas.»
25 Y como su corazón estaba alegre, dijeron: «Llamad a Sansón para
que nos divierta.» Trajeron, pues, a Sansón de la cárcel, y él les
estuvo
divirtiendo; luego lo pusieron de pie entre las columnas.
26 Sansón dijo entonces al muchacho que lo llevaba de la mano:
«Ponme donde pueda tocar las columnas en las que descansa la casa para
que me apoye en ellas.»
27 La casa estaba llena de hombres y mujeres. Estaban dentro todos
los tiranos de los filisteos y, en el terrado, unos 3.000 hombres y mujeres
contemplando los juegos de Sansón.
28 Sansón invocó a Yahveh y exclamó: «Señor Yahveh, dígnate
acordarte de mí, hazme fuerte nada más que esta vez, oh Dios, para que de
un golpe me vengue de los filisteos por mis dos ojos.»