9 Se levantaron para marchar el marido con su concubina y su siervo,
pero su suegro, el padre de la joven, le dijo: «Mira que la tarde está al caer.
Pasa aquí la noche y que se alegre tu corazón. Mañana de madrugada
marcharéis y volverás a tu tienda.»
10 Pero el hombre no quiso pasar la noche allí; se levantó, partió
y
llegó frente a Jebús, o sea, Jerusalén. Llevaba consigo los dos asnos
cargados, su concubina y su criado.
11 Cuando llegaban cerca de Jebús, era ya hora muy avanzada. El
criado dijo a su amo: «Vamos, dejemos el camino y entremos en esa ciudad
de los jebuseos para pasar allí la noche.»
12 Su amo le respondió: «No vamos a entrar en una ciudad de
extranjeros, que no son israelitas; pasaremos de largo hasta Guibeá.»
13 Y añadió a su criado: «Vamos a acercarnos a uno de esos poblados;
pasaremos la noche en Guibeá o Ramá.»
14 Pasaron, pues, de largo y continuaron su marcha. Y a la puesta del
sol, llegaron frente a Guibeá de Benjamín.
15 Se desviaron hacia allí y fueron a pasar la noche en Guibeá. El
levita entró y se sentó en la plaza de la ciudad, pero no hubo nadie que les
ofreciera casa donde pasar la noche.
16 Llegó un viejo que volvía por la tarde de sus faenas del campo. Era
un hombre de la montaña de Efraím que residía como forastero en Guibeá;
mientras que la gente del lugar era benjaminita.
17 Alzando los ojos, se fijó en el viajero que estaba en la plaza de la
ciudad, y el anciano le dijo: «¿A dónde vas y de dónde vienes?»
18 Y el otro le respondió: «Estamos de paso, venimos de Belén de
Judá y vamos hasta los confines de la montaña de Efraím, de donde soy. Fui
a Belén de Judá y ahora vuelvo a mi casa, pero nadie me ha
ofrecido su
casa.
19 Y eso que tenemos paja y forraje para nuestros asnos, y pan y vino
para mí, para tu sierva y para el joven que acompaña a tu siervo. No nos
falta de nada.»
20 El viejo le dijo: «La paz sea contigo; yo proveeré a todas tus
necesidades; pero no pases la noche en la plaza.»
21 Le llevó, pues, a su casa y echó pienso a los asnos. Y ellos
se
lavaron los pies, comieron y bebieron.
22 Mientras alegraban su corazón, los hombres de la ciudad, gente
malvada, cercaron la casa y golpeando la puerta le dijeron al viejo, dueño
de la casa: «Haz salir al hombre que ha entrado en tu casa para
que lo
conozcamos.»
23 El dueño de la casa salió donde ellos y les dijo: «No, hermanos
míos; no os portéis mal. Puesto que este hombre ha entrado en mi casa no
cometáis esa infamia.
24 Aquí está mi hija, que es doncella. Os la entregaré. Abusad de ella
y haced con ella lo que os parezca; pero no cometáis con este
hombre
semejante infamia.»
25 Pero aquellos hombres no quisieron escucharle. Entonces el
hombre tomó a su concubina y se la sacó fuera. Ellos la conocieron,
la
maltrataron toda la noche hasta la mañana y la dejaron al amanecer.
26 Llegó la mujer de madrugada y cayó a la entrada de la casa del
hombre donde estaba su marido; allí quedó hasta que fue de día.
27 Por la mañana se levantó su marido, abrió las puertas de la casa y
salió para continuar su camino; y vio que la mujer, su concubina, estaba
tendida a la entrada de la casa, con las manos en el umbral,