2 Al soltarse en Israel la cabellera, cuando el pueblo se ofrece
voluntario, ¡bendecid a Yahveh!
3 ¡Escuchad, reyes! ¡Prestad oídos, príncipes! yo a Yahveh, yo voy a
cantar. tocaré el salterio para Yahveh, Dios de Israel.
4 Cuando saliste de Seír, Yahveh, cuando avanzaste por los campos de
Edom, tembló la tierra, gotearon los cielos, las nubes en agua se fundieron.
5 Los montes se licuaron delante de Yahveh, el del Sinaí, delante de
Yahveh, el Dios de Israel.
6 En los días de Samgar, hijo de Anat, en los días de Yael, no había
caravanas; los que hollaban calzadas marchaban por senderos desviados,
7 Vacíos en Israel quedaron los poblados, vacíos hasta tu despertar, oh
Débora, hasta tu despertar, oh madre de Israel.
8 Se elegían dioses nuevos; por entonces la guerra en las puertas; ni un
escudo se ve ni una lanza para 40.000 en Israel!
9 Mi corazón con los jefes de Israel, con los voluntarios del pueblo.
¡Bendecid a Yahveh!
10 Los que cabalgáis en blancas asnas, los que os sentáis sobre
tapices, los que vais por el camino, cantad,
11 al clamor de los repartidores junto a los abrevaderos. Allí se cantan
los favores de Yahveh, los favores a sus poblados de Israel.
(Entonces el
pueblo de Yahveh bajó a las puertas).
12 Despierta, Débora, despierta! ¡Despierta, despierta, entona un
cantar! ¡Animo! ¡Arriba, Baraq! ¡Apresa a los que te apresaron, hijo
de
Abinoam!
13 Entonces Israel bajó a las puertas, el pueblo de Yahveh bajó por él,
como un héroe.
14 Los principales de Efraím en el valle. Detrás de ti Benjamín entre
tu gente. De Makir han bajado capitanes, de Zabulón los que manejan cetro.
15 Los jefes de Isacar están con Débora, y Neftalí, con Baraq, en la
llanura, lanzado tras sus huellas. En los arroyos de Rubén,
magnánimas
decisiones.
16 ¿Por qué te has quedado en los corrales, escuchando silbidos entre
los rebaños? (En los arroyos de Rubén, magnánimas decisiones.)
17 Allende el Jordán, Galaad se queda, y Dan, ¿por qué vive en naves
extranjeras? Aser se ha quedado a orillas del mar, tranquilo en sus puertos
mora.
18 Zabulón es un pueblo que reta a la muerte, y Neftalí, en las alturas
del país.