20 le dijo el Ángel de Yahveh: «Toma la carne y las tortas ázimas,
ponlas sobre esa roca y vierte el caldo.» Gedeón lo hizo así.
21 Entonces el Ángel de Yahveh extendió la punta del bastón que
tenía en la mano y tocó la carne y las tortas ázimas. Salió fuego de la roca,
consumió la carne y las tortas ázimas, y el Ángel de Yahveh desapareció de
su vista.
22 Entonces Gedeón se dio cuenta de que era el Ángel de Yahveh y
dijo: «¡Ay, mi señor Yahveh! ¡Pues he visto al Ángel de Yahveh
cara a
cara!»
23 Yahveh le respondió: «La paz sea contigo. No temas, no morirás.»
24 Gedeón levantó en aquel lugar un altar a Yahveh y lo llamó
Yahveh-Paz. Todavía hoy está en Ofrá de Abiezer.
25 Sucedió que aquella misma noche Yahveh dijo a Gedeón: «Toma
el toro de tu padre, el toro de siete años; vas a derribar el
altar de Baal
propiedad de tu padre y cortar el cipo que está junto a él.
26 Luego construirás a Yahveh tu Dios, en la cima de esa altura
escarpada, un altar bien preparado. Tomarás el toro y lo quemarás
en
holocausto, con la leña del cipo que habrás cortado.»
27 Gedeón tomó entonces diez hombres de entre sus criados e hizo
como Yahveh le había ordenado. Pero, como temía a su familia y a la gente
de la ciudad, en lugar de hacerlo de día, lo hizo de noche.
28 A la mañana siguiente se levantó la gente de la ciudad; el altar de
Baal estaba derruido, el cipo que se alzaba junto a él, cortado; y
el toro
había sido ofrecido en holocausto sobre el altar recién construido.