19 Es semejante a un grano de mostaza, que tomó un hombre y lo
puso en su jardín, y creció hasta hacerse árbol, y las aves del cielo anidaron
en sus ramas.»
20 Dijo también: «¿A qué compararé el Reino de Dios?
21 Es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres
medidas de harina, hasta que fermentó todo.»
22 Atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba
hacia Jerusalén.
23 Uno le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» El les dijo:
24 «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos
pretenderán entrar y no podrán.
25 «Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, os
pondréis los que estéis fuera a llamar a la puerta, diciendo:
“¡Señor,
ábrenos!” Y os responderá: “No sé de dónde sois.”
26 Entonces empezaréis a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y
has enseñado en nuestras plazas”;
27 y os volverá a decir: “No sé de dónde sois. = ¡Retiraos de mí, todos
los agentes de injusticia!” =
28 «Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a
Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras
a vosotros os echan fuera.
29 Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán
a la mesa en el Reino de Dios.
30 «Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán
últimos.»
31 En aquel mismo momento se acercaron algunos fariseos, y le
dijeron: «Sal y vete de aquí, porque Herodes quiere matarte.»
32 Y él les dijo: «Id a decir a ese zorro: Yo expulso demonios y llevo
a cabo curaciones hoy y mañana, y al tercer día soy consumado.
33 Pero conviene que hoy y mañana y pasado siga adelante, porque no
cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén.
34 «¡Jerusalén, Jerusalén!, la que mata a los profetas y apedrea a los
que le son enviados. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una
gallina su nidada bajo las alas, y no habéis querido!