42 diciendo: «Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se
haga mi voluntad, sino la tuya.»
43 Entonces, se le apareció un ángel venido del cielo que
le
confortaba.
44 Y sumido en agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo
como gotas espesas de sangre que caían en tierra.
45 Levantándose de la oración, vino donde los discípulos y los
encontró dormidos por la tristeza;
46 y les dijo: «¿Cómo es que estáis dormidos? Levantaos y orad para
que no caigáis en tentación.»
47 Todavía estaba hablando, cuando se presentó un grupo; el llamado
Judas, uno de los Doce, iba el primero, y se acercó a Jesús para darle un
beso.
48 Jesús le dijo: «¡Judas, con un beso entregas al Hijo del hombre!»
49 Viendo los que estaban con él lo que iba a suceder, dijeron: «Señor,
¿herimos a espada?»
50 y uno de ellos hirió al siervo del Sumo Sacerdote y le llevó la oreja
derecha.
51 Pero Jesús dijo: «¡Dejad! ¡Basta ya!» Y tocando la oreja le curó.
52 Dijo Jesús a los sumos sacerdotes, jefes de la guardia del Templo y
ancianos que habían venido contra él: «¿Como contra un salteador habéis
salido con espadas y palos?
53 Estando yo todos los días en el Templo con vosotros, no me
pusisteis las manos encima; pero esta es vuestra hora y el poder de
las
tinieblas.»
54 Entonces le prendieron, se lo llevaron y le hicieron entrar en la casa
del Sumo Sacerdote; Pedro le iba siguiendo de lejos.
55 Habían encendido una hoguera en medio del patio y estaban
sentados alrededor; Pedro se sentó entre ellos.