19 El les dijo: «¿Qué cosas?» Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el
Nazoreo, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y
de todo el pueblo;
20 cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a
muerte y le crucificaron.
21 Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero,
con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó.
22 El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han
sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro,
23 y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto
una aparición de ángeles, que decían que él vivía.
24 Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal
como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.»
25 El les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo
que dijeron los profetas!
26 ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su
gloria?»
27 Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les
explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras.
28 Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir
adelante.
29 Pero ellos le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque
atardece y el día ya ha declinado.» Y entró a quedarse con ellos.
30 Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan,
pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando.
31 Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él
desapareció de su lado.
32 Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro
de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba
las
Escrituras?»
33 Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y
encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos,
34 que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido
a Simón!»
35 Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y
cómo le habían conocido en la fracción del pan.
36 Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de
ellos y les dijo: «La paz con vosotros.»
37 Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu.
38 Pero él les dijo: «¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas
en vuestro corazón?
39 Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que
un espíritu no tiene carne y huesos como véis que yo tengo.»
40 Y, diciendo esto, los mostró las manos y los pies.
41 Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y
estuviesen asombrados, les dijo: «¿Tenéis aquí algo de comer?»
42 Ellos le ofrecieron parte de un pez asado.
43 Lo tomó y comió delante de ellos.