38 Pero él les dijo: «¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas
en vuestro corazón?
39 Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que
un espíritu no tiene carne y huesos como véis que yo tengo.»
40 Y, diciendo esto, los mostró las manos y los pies.
41 Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y
estuviesen asombrados, les dijo: «¿Tenéis aquí algo de comer?»
42 Ellos le ofrecieron parte de un pez asado.
43 Lo tomó y comió delante de ellos.
44 Después les dijo: «Estas son aquellas palabras mías que os hablé
cuando todavía estaba con vosotros: “Es necesario que se cumpla todo
lo
que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca
de mí.”»
45 Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las
Escrituras,
46 y les dijo: «Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de
entre los muertos al tercer día
47 y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los
pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén.
48 Vosotros sois testigos de estas cosas.
49 «Mirad, y voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Por
vuestra parte permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de poder
desde lo alto.»
50 Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo.
51 Y sucedió que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue
llevado al cielo.
52 Ellos, después de postrarse ante él, se volvieron a Jerusalén con
gran gozo,