7 “Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los
pecadores y sea crucificado, y al tercer día resucite. “»
8 Y ellas recordaron sus palabras.
9 Regresando del sepulcro, anunciaron todas estas cosas a los Once y
a todos los demás.
10 Las que decían estas cosas a los apóstoles eran María Magdalena,
Juana y María la de Santiago y las demás que estaban con ellas.
11 Pero todas estas palabras les parecían como desatinos y no les
creían.
12 Pedro se levantó y corrió al sepulcro. Se inclinó, pero sólo vio las
vendas y se volvió a su casa, asombrado por lo sucedido.
13 Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús,
que distaba sesenta estadios de Jerusalén,
14 y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado.
15 Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo
Jesús se acercó y siguió con ellos;
16 pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran.
17 El les dijo: «¿De qué discutís entre vosotros mientras
vais
andando?» Ellos se pararon con aire entristecido.
18 Uno de ellos llamado Cleofás le respondió: «¿Eres tú el único
residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en
ella?»
19 El les dijo: «¿Qué cosas?» Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el
Nazoreo, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y
de todo el pueblo;
20 cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a
muerte y le crucificaron.
21 Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero,
con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó.