10 Y mirando a todos ellos, le dijo: «Extiende tu mano.» El lo hizo, y
quedó restablecida su mano.
11 Ellos se ofuscaron, y deliberaban entre sí qué harían a Jesús.
12 Sucedió que por aquellos días se fue él al monte a orar, y se pasó la
noche en la oración de Dios.
13 Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de
entre ellos, a los que llamó también apóstoles.
14 A Simón, a quien llamó Pedro, y a su hermano Andrés; a Santiago
y Juan, a Felipe y Bartolomé,
15 a Mateo y Tomás, a Santiago de Alfeo y Simón, llamado Zelotes;
16 a Judas de Santiago, y a Judas Iscariote, que llegó a ser un traidor.
17 Bajando con ellos se detuvo en un paraje llano; había una gran
multitud de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda
Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón,
18 que habían venido para oírle y ser curados de sus enfermedades. Y
los que eran molestados por espíritus inmundos quedaban curados.
19 Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de él una fuerza que
sanaba a todos.
20 Y él, alzando los ojos hacia sus discípulos,
decía:
«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios.
21 Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis
saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis.
22 Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os
expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del
Hijo del hombre.
23 Alegráos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será
grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas.
24 «Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro
consuelo.
25 ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis
hambre. ¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto.
26 ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de
ese modo trataban sus padres a los falsos profetas.
27 «Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros
enemigos, haced bien a los que os odien,
28 bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen.
29 Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que
te quite el manto, no le niegues la túnica.
30 A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames.
31 Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros
igualmente.
32 Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los
pecadores aman a los que les aman.
33 Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis?
¡También los pecadores hacen otro tanto!
34 Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito
tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo
correspondiente.
35 Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin
esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del
Altísimo, porque él es bueno con los ingratos y los perversos.
36 «Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo.
37 No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis
condenados; perdonad y seréis perdonados.
38 Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante
pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con
que
midáis se os medirá.»
39 Les añadió una parábola: «¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No
caerán los dos en el hoyo?
40 No está el discípulo por encima del maestro. Todo el que esté bien
formado, será como su maestro.
41 ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y
no reparas en la viga que hay en tu propio ojo?
42 ¿Cómo puedes decir a tu hermano: “Hermano, deja que saque la
brizna que hay en tu ojo”, no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo?
Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar
la brizna que hay en el ojo de tu hermano.
43 «Porque no hay árbol bueno que dé fruto malo y, a la inversa, no
hay árbol malo que dé fruto bueno.
44 Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los
espinos, ni de la zarza se vendimian uvas.
45 El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el
malo, del malo saca lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla su
boca.
46 «¿Por qué me llamáis: “Señor, Señor”, y no hacéis lo que digo?
47 «Todo el que venga a mí y oiga mis palabras y las ponga en
práctica, os voy a mostrar a quién es semejante:
48 Es semejante a un hombre que, al edificar una casa,
cavó
profundamente y puso los cimientos sobre roca. Al sobrevenir
una
inundación, rompió el torrente contra aquella casa, pero no pudo destruirla
por estar bien edificada.