30 y he aquí que conversaban con él dos hombres, que eran Moisés y
Elías;
31 los cuales aparecían en gloria, y hablaban de su partida, que iba a
cumplir en Jerusalén.
32 Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño, pero
permanecían despiertos, y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban
con él.
33 Y sucedió que, al separarse ellos de él, dijo Pedro a Jesús:
«Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti,
otra para Moisés y otra para Elías», sin saber lo que decía.
34 Estaba diciendo estas cosas cuando se formó una nube y los cubrió
con su sombra; y al entrar en la nube, se llenaron de temor.
35 Y vino una voz desde la nube, que decía: «Este es mi Hijo, mi
Elegido; escuchadle.»
36 Y cuando la voz hubo sonado, se encontró Jesús solo. Ellos
callaron y, por aquellos días, no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.
37 Sucedió que al día siguiente, cuando bajaron del monte, le salió al
encuentro mucha gente.
38 En esto, un hombre de entre la gente empezó a gritar: «Maestro, te
suplico que mires a mi hijo, porque es el único que tengo,
39 y he aquí que un espíritu se apodera de él y de pronto empieza a
dar gritos, le hace retorcerse echando espuma, y difícilmente se aparta de él,
dejándole quebrantado.