Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

Marcos 1, 20-45

20 y al instante los llamó. Y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la
barca con los jornaleros, se fueron tras él.


21 Llegan a Cafarnaúm. Al llegar el sábado entró en la sinagoga y se
puso a enseñar.

22 Y quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como
quien tiene autoridad, y no como los escribas.

23 Había precisamente en su sinagoga un hombre poseído por un
espíritu inmundo, que se puso a gritar:

24 «¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a
destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios.»

25 Jesús, entonces, le conminó diciendo: «Cállate y sal de él.»

26 Y agitándole violentamente el espíritu inmundo, dio un fuerte grito
y salió de él.

27 Todos quedaron pasmados de tal manera que se preguntaban unos a
otros: «¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad! Manda
hasta a los espíritus inmundos y le obedecen.»

28 Bien pronto su fama se extendió por todas partes, en toda la región
de Galilea.

29 Cuando salió de la sinagoga se fue con Santiago y Juan a casa de
Simón y Andrés.

30 La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y le hablan de ella.
31 Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y

ella se puso a servirles.

32 Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y
endemoniados;

33 la ciudad entera estaba agolpada a la puerta.

34 Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas
enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los
demonios, pues le conocían.

35 De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió
y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración.

36 Simón y sus compañeros fueron en su busca;
37 al encontrarle, le dicen: «Todos te buscan.»

38 El les dice: «Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que
también allí predique; pues para eso he salido.»

39 Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando
los demonios.

40 Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice:

«Si quieres, puedes limpiarme.»

41 Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero;
queda limpio.»

42 Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio.
43 Le despidió al instante prohibiéndole severamente:

44 «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y
haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva
de testimonio.»

45 Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a
divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público


en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios.
Y acudían a él de todas partes.