Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

Marcos 10, 18-52

18 Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino
sólo Dios.

19 Ya sabes los mandamientos: = No mates, no cometas adulterio, no
robes, no levantes falso testimonio, = no seas injusto, = honra a tu padre y a
tu madre.» =

20 El, entonces, le dijo: «Maestro, todo eso lo he guardado desde mi
juventud.»

21 Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: «Una cosa te falta:
anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el
cielo; luego, ven y sígueme.»

22 Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque
tenía muchos bienes.

23 Jesús, mirando a su alrededor, dice a sus discípulos: «¡Qué difícil
es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!»

24 Los discípulos quedaron sorprendidos al oírle estas palabras. Mas
Jesús, tomando de nuevo la palabra, les dijo: «¡Hijos, qué difícil es entrar
en el Reino de Dios!

25 Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja, que el que
un rico entre en el Reino de Dios.»


26 Pero ellos se asombraban aún más y se decían unos a otros: «Y

¿quién se podrá salvar?»

27 Jesús, mirándolos fijamente, dice: «Para los hombres, imposible;
pero no para Dios, porque todo es posible para Dios.»

28 Pedro se puso a decirle: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo
y te hemos seguido.»

29 Jesús dijo: «Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos,
hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio,

30 quedará sin recibir el ciento por uno: ahora al presente, casas,
hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el
mundo venidero, vida eterna.

31 Pero muchos primeros serán últimos y los últimos, primeros.»

32 Iban de camino subiendo a Jerusalén, y Jesús marchaba delante de
ellos; ellos estaban sorprendidos y los que le seguían tenían miedo. Tomó
otra vez a los Doce y comenzó a decirles lo que le iba a suceder:

33 «Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será
entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte y
le entregarán a los gentiles,

34 y se burlarán de él, le escupirán, le azotarán y le matarán, y a los
tres días resucitará.»

35 Se acercan a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dicen:

«Maestro, queremos, nos concedas lo que te pidamos.»
36 El les dijo: «¿Qué queréis que os conceda?»

37 Ellos le respondieron: «Concédenos que nos sentemos en tu gloria,
uno a tu derecha y otro a tu izquierda.»

38 Jesús les dijo: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que
yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a
ser
bautizado?»

39 Ellos le dijeron: «Sí, podemos.» Jesús les dijo: «La copa que yo
voy a beber, sí la beberéis y también seréis bautizados con el
bautismo
conque yo voy a ser bautizado;

40 pero, sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el
concederlo, sino que es para quienes está preparado.»

41 Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y

Juan.

42 Jesús, llamándoles, les dice: «Sabéis que los que son tenidos como

jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes
las oprimen con su poder.

43 Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a
ser grande entre vosotros, será vuestro servidor,

44 y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos,
45 que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a

servir y a dar su vida como rescate por muchos.»

46 Llegan a Jericó. Y cuando salía de Jericó, acompañado de sus
discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un
mendigo ciego, estaba sentado junto al camino.


47 Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: «¡Hijo de
David, Jesús, ten compasión de mí!»

48 Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho
más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!»

49 Jesús se detuvo y dijo: «Llamadle.» Llaman al ciego, diciéndole:

«¡Animo, levántate! Te llama.»

50 Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino donde Jesús.

51 Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: «¿Qué quieres que te haga?» El
ciego le dijo: «Rabbuní, ¡que vea!»

52 Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado.» Y al instante, recobró la
vista y le seguía por el camino.