5 Y envió a otro y a éste le mataron; y también a otros muchos,
hiriendo a unos, matando a otros.
6 Todavía le quedaba un hijo querido; les envió a éste, el último,
diciendo: “A mi hijo le respetarán”.
7 Pero aquellos labradores dijeron entre sí: “Este es el heredero.
Vamos, matémosle, y será nuestra la herencia.”
8 Le agarraron, le mataron y le echaron fuera de la viña.
9 ¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá y dará muerte a los
labradores y entregará la viña a otros.
10 ¿No habéis leído esta Escritura: = La piedra que los constructores
desecharon, en piedra angular se ha convertido; =
11 = fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos?» =
12 Trataban de detenerle - pero tuvieron miedo a la gente - porque
habían comprendido que la parábola la había dicho por ellos. Y dejándole,
se fueron.
13 Y envían donde él algunos fariseos y herodianos, para cazarle en
alguna palabra.
14 Vienen y le dicen: «Maestro, sabemos que eres veraz y que no te
importa por nadie, porque no miras la condición de las personas, sino que
enseñas con franqueza el camino de Dios: ¿Es lícito pagar tributo al César o
no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?»
15 Mas él, dándose cuenta de su hipocresía, les dijo: «¿Por qué me
tentáis? Traedme un denario, que lo vea.»
16 Se lo trajeron y les dice: «¿De quién es esta imagen
y la
inscripción?» Ellos le dijeron: «Del César.»
17 Jesús les dijo: «Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a
Dios.» Y se maravillaban de él.
18 Se le acercan unos saduceos, esos que niegan que haya
resurrección, y le preguntaban:
19 «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de
alguno y deja mujer y no deja hijos, que su hermano tome a la mujer para
dar descendencia a su hermano.
20 Eran siete hermanos: el primero tomó mujer, pero murió sin dejar
descendencia;
21 también el segundo la tomó y murió sin dejar descendencia; y el
tercero lo mismo.
22 Ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos, murió
también la mujer.
23 En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer?
Porque los siete la tuvieron por mujer.»
24 Jesús les contestó: «¿No estáis en un error precisamente por esto,
por no entender las Escrituras ni el poder de Dios?
25 Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer
ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos.
26 Y acerca de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro
de Moisés, en lo de la zarza, cómo Dios le dijo: = Yo soy el
Dios de
Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? =
27 No es un Dios de muertos, sino de vivos. Estáis en un gran error.»
28 Acercóse uno de los escribas que les había oído y, viendo que les
había respondido muy bien, le preguntó: «¿Cuál es el primero de todos los
mandamientos?»
29 Jesús le contestó: «El primero es: = Escucha, Israel: El Señor,
nuestro Dios, es el único Señor, =
30 = y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu
alma, = con toda tu mente y = con todas tus fuerzas. =
31 El segundo es: = Amarás a tu prójimo como a ti mismo. = No
existe otro mandamiento mayor que éstos.»
32 Le dijo el escriba: «Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que =
El es único y que no hay otro fuera de El, =
33 = y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas
las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo = vale más que todos los
holocaustos y sacrificios.»
34 Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: «No
estás lejos del Reino de Dios.» Y nadie más se atrevía ya a hacerle
preguntas.
35 Jesús, tomando la palabra, decía mientras enseñaba en el Templo:
«¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David?
36 David mismo dijo, movido por el Espíritu Santo: = Dijo el Señor a
mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos debajo de
tus pies. =
37 El mismo David le llama Señor; ¿cómo entonces puede ser hijo
suyo?» La muchedumbre le oía con agrado.
38 Decía también en su instrucción: «Guardaos de los escribas, que
gustan pasear con amplio ropaje, ser saludados en las plazas,
39 ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros
puestos en los banquetes;
40 y que devoran la hacienda de las viudas so capa de largas
oraciones. Esos tendrán una sentencia más rigurosa.
41 Jesús se sentó frente al arca del Tesoro y miraba cómo echaba la
gente monedas en el arca del Tesoro: muchos ricos echaban mucho.
42 Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas, o sea, una
cuarta parte del as.
43 Entonces, llamando a sus discípulos, les dijo: «Os digo de verdad
que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del
Tesoro.
44 Pues todos han echado de los que les sobraba, ésta, en cambio, ha
echado de lo que necesitaba todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir.