Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

Marcos 14, 3-40

3 Estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, recostado a la
mesa, vino una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume puro de
nardo, de mucho precio; quebró el frasco y lo derramó sobre su cabeza.

4 Había algunos que se decían entre sí indignados: «¿Para qué este
despilfarro de perfume?

5 Se podía haber vendido este perfume por más de trescientos denarios
y habérselo dado a los pobres.» Y refunfuñaban contra ella.

6 Mas Jesús dijo: «Dejadla. ¿Por qué la molestáis? Ha hecho una obra
buena en mí.

7 Porque pobres tendréis siempre con vosotros y podréis hacerles bien
cuando queráis; pero a mí no me tendréis siempre.

8 Ha hecho lo que ha podido. Se ha anticipado a embalsamar mi
cuerpo para la sepultura.


9 Yo os aseguro: dondequiera que se proclame la Buena Nueva, en el
mundo entero, se hablará también de lo que ésta ha hecho para
memoria
suya.»

10 Entonces, Judas Iscariote, uno de los Doce, se fue donde los sumos
sacerdotes para entregárselo.

11 Al oírlo ellos, se alegraron y prometieron darle dinero. Y él andaba
buscando cómo le entregaría en momento oportuno.

12 El primer día de los Azimos, cuando se sacrificaba el cordero
pascual, le dicen sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a hacer los
preparativos para que comas el cordero de Pascua?»

13 Entonces, envía a dos de sus discípulos y les dice: «Id a la ciudad;
os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle

14 y allí donde entre, decid al dueño de la casa: “El Maestro
dice:

¿Dónde está mi sala, donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?”

15 El os enseñará en el piso superior una sala grande, ya dispuesta y
preparada; haced allí los preparativos para nosotros.»

16 Los discípulos salieron, llegaron a la ciudad, lo encontraron tal
como les había dicho, y prepararon la Pascua.

17 Y al atardecer, llega él con los Doce.

18 Y mientras comían recostados, Jesús dijo: «Yo os aseguro que uno
de vosotros me entregará, el que come conmigo.»

19 Ellos empezaron a entristecerse y a decirle uno tras otro: «¿Acaso
soy yo?»

20 El les dijo: «Uno de los Doce que moja conmigo en el mismo
plato.

21 Porque el Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay
de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese
hombre no haber nacido!»

22 Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se
lo dio y dijo: «Tomad, este es mi cuerpo.»

23 Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron
todos de ella.

24 Y les dijo: «Esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por
muchos.

25 Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día
en que lo beba nuevo en el Reino de Dios.»

26 Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos.

27 Jesús les dice: «Todos os vais a escandalizar, ya que está escrito: =
Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas. =

28 Pero después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea.»
29 Pedro le dijo: «Aunque todos se escandalicen, yo no.»

30 Jesús le dice: «Yo te aseguro: hoy, esta misma noche, antes que el
gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres.»

31 Pero él insistía: «Aunque tenga que morir contigo, yo no te
negaré.» Lo mismo decían también todos.


32 Van a una propiedad, cuyo nombre es Getsemaní, y dice a sus
discípulos: «Sentaos aquí, mientras yo hago oración.»

33 Toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir pavor
y angustia.

34 Y les dice: «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos
aquí y velad.»

35 Y adelantándose un poco, caía en tierra y suplicaba que a ser
posible pasara de él aquella hora.

36 Y decía: «¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí esta
copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú.»

37 Viene entonces y los encuentra dormidos; y dice a Pedro: «Simón,

¿duermes?, ¿ni una hora has podido velar?

38 Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está
pronto, pero la carne es débil.»

39 Y alejándose de nuevo, oró diciendo las mismas palabras.

40 Volvió otra vez y los encontró dormidos, pues sus ojos estaban
cargados; ellos no sabían qué contestarle.