...la Biblia de Jerusalén
Marcos 7, 15-35
15 Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda
contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina
al
hombre.
16 Quien tenga oídos para oír, que oiga.»
17 Y cuando, apartándose de la gente, entró en casa, sus discípulos le
preguntaban sobre la parábola.
18 El les dijo: «¿Conque también vosotros estáis sin inteligencia? ¿No
comprendéis que todo lo que de fuera entra en el hombre no puede
contaminarle,
19 pues no entra en su corazón, sino en el vientre y va a parar
al
excusado?» - así declaraba puros todos los alimentos -.
20 Y decía: «Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al
hombre.
21 Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones
malas: fornicaciones, robos, asesinatos,
22 adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria,
insolencia, insensatez.
23 Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al
hombre.»
24 Y partiendo de allí, se fue a la región de Tiro, y entrando en una
casa quería que nadie lo supiese, pero no logró pasar inadvertido,
25 sino que, en seguida, habiendo oído hablar de él una mujer, cuya
hija estaba poseída de un espíritu inmundo, vino y se postró a sus pies.
26 Esta mujer era pagana, sirofenicia de nacimiento, y le rogaba que
expulsara de su hija al demonio.
27 El le decía: «Espera que primero se sacien los hijos, pues no está
bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.»
28 Pero ella le respondió: «Sí, Señor; que también los perritos comen
bajo la mesa migajas de los niños.»
29 El, entonces, le dijo: «Por lo que has dicho, vete; el demonio
ha
salido de tu hija.»
30 Volvió a su casa y encontró que la niña estaba echada en la cama y
que el demonio se había ido.
31 Se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar
de Galilea, atravesando la Decápolis.
32 Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le
ruegan imponga la mano sobre él.
33 El, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos
y con su saliva le tocó la lengua.
34 Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: =
«Effatá», que quiere decir: «¡Abrete!»
35 Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua
y hablaba correctamente.