2 Al verlo los fariseos, le dijeron: «Mira, tus discípulos hacen lo que
no es lícito hacer en sábado.»
3 Pero él les dijo: «¿No habéis leído lo que hizo David cuando sintió
hambre él y los que le acompañaban,
4 cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la Presencia,
que no le era lícito comer a él, ni a sus compañeros, sino sólo a
los
sacerdotes?
5 ¿Tampoco habéis leído en la Ley que en día de sábado los
sacerdotes, en el Templo, quebrantan el sábado sin incurrir en culpa?
6 Pues yo os digo que hay aquí algo mayor que el Templo.
7 Si hubieseis comprendido lo que significa aquello de: = Misericordia
quiero, que no sacrificio, = no condenaríais a los que no tienen culpa.
8 Porque el Hijo del hombre es señor del sábado.»
9 Pasó de allí y se fue a la sinagoga de ellos.
10 Había allí un hombre que tenía una mano seca. Y le preguntaron si
era lícito curar en sábado, para poder acusarle.
11 El les dijo: «¿Quién de vosotros que tenga una sola oveja, si ésta
cae en un hoyo en sábado, no la agarra y la saca?
12 Pues, ¡cuánto más vale un hombre que una oveja! Por tanto, es
lícito hacer bien en sábado.»
13 Entonces dice al hombre: «Extiende tu mano.» El la extendió, y
quedó restablecida, sana como la otra.
14 Pero los fariseos, en cuanto salieron, se confabularon contra él para
ver cómo eliminarle.