25 Ella, no obstante, vino a postrarse ante él y le dijo: «¡Señor,
socórreme!»
26 El respondió: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a
los perritos.»
27 «Sí, Señor - repuso ella -, pero también los perritos comen de las
migajas que caen de la mesa de sus amos.»
28 Entonces Jesús le respondió: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda
como deseas.» Y desde aquel momento quedó curada su hija.
29 Pasando de allí Jesús vino junto al mar de Galilea; subió al monte y
se sentó allí.
30 Y se le acercó mucha gente trayendo consigo cojos, lisiados,
ciegos, mudos y otros muchos; los pusieron a sus pies, y él los curó.
31 De suerte que la gente quedó maravillada al ver que los mudos
hablaban, los lisiados quedaban curados, los cojos caminaban y los ciegos
veían; y glorificaron al Dios de Israel.
32 Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Siento compasión de la
gente, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué
comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en
el
camino.»
33 Le dicen los discípulos: «¿Cómo hacernos en un desierto con pan
suficiente para saciar a una multitud tan grande?»
34 Díceles Jesús: «¿Cuántos panes tenéis?» Ellos dijeron: «Siete, y
unos pocos pececillos.»
35 El mandó a la gente acomodarse en el suelo.
36 Tomó luego los siete panes y los peces y, dando gracias, los partió
e iba dándolos a los discípulos, y los discípulos a la gente.
37 Comieron todos y se saciaron, y de los trozos sobrantes recogieron
siete espuertas llenas.
38 Y los que habían comido eran 4.000 hombres, sin contar mujeres y
niños.
39 Despidiendo luego a la muchedumbre, subió a la barca, y se fue al
término de Magadán.