10 Sus discípulos le preguntaron: «¿Por qué, pues, dicen los escribas
que Elías debe venir primero?»
11 Respondió él: «Ciertamente, Elías ha de venir a restaurarlo todo.
12 Os digo, sin embargo: Elías vino ya, pero no le reconocieron sino
que hicieron con él cuanto quisieron. Así también el Hijo del hombre tendrá
que padecer de parte de ellos.»
13 Entonces los discípulos comprendieron que se refería a Juan el
Bautista.
14 Cuando llegaron donde la gente, se acercó a él un hombre que,
arrodillándose ante él,
15 le dijo: «Señor, ten piedad de mi hijo, porque es lunático y
está
mal; pues muchas veces cae en el fuego y muchas en el agua.
16 Se lo he presentado a tus discípulos, pero ellos no han podido
curarle.»
17 Jesús respondió: «¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta
cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo habré de soportaros?
¡Traédmelo acá!
18 Jesús le increpó y el demonio salió de él; y quedó sano el niño
desde aquel momento.
19 Entonces los discípulos se acercaron a Jesús, en privado, y le
dijeron: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarle?
20 Díceles: «Por vuestra poca fe. Porque yo os aseguro: si tenéis fe
como un grano de mostaza, diréis a este monte: “Desplázate de aquí allá”, y
se desplazará, y nada os será imposible.»
22 Yendo un día juntos por Galilea, les dijo Jesús: «El Hijo del
hombre va a ser entregado en manos de los hombres;
23 le matarán, y al tercer día resucitará.» Y se entristecieron mucho.
24 Cuando entraron en Cafarnaúm, se acercaron a Pedro los que
cobraban el didracma y le dijeron: «¿No paga vuestro
Maestro el
didracma?»
25 Dice él: «Sí.» Y cuando llegó a casa, se anticipó Jesús a decirle:
«¿Qué te parece, Simón?; los reyes de la tierra, ¿de quién cobran
tasas o
tributo, de sus hijos o de los extraños?»
26 Al contestar él: «De los extraños», Jesús le dijo: «Por tanto, libres
están los hijos.
27 Sin embargo, para que no les sirvamos de escándalo, vete al mar,
echa el anzuelo, y el primer pez que salga, cógelo, ábrele la boca
y
encontrarás un estáter. Tómalo y dáselo por mí y por ti.»