10 «Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os
digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro
de mi
Padre que está en los cielos.
12 ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría
una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca
de la descarriada?
13 Y si llega a encontrarla, os digo de verdad que tiene más
alegría
por ella que por las 99 no descarriadas.
14 De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que
se pierda uno solo de estos pequeños.
15 «Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si
te escucha, habrás ganado a tu hermano.
16 Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que = todo
asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos. =
17 Si les desoye a ellos, díselo a la comunidad. Y si hasta a la
comunidad desoye, sea para ti como el gentil y el publicano.
18 «Yo os aseguro: todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el
cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.
19 «Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo
en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que
está en los cielos.
20 Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo
en medio de ellos.»
21 Pedro se acercó entonces y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tengo
que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?»
22 Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces
siete.»
23 «Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso
ajustar cuentas con sus siervos.
24 Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000
talentos.
25 Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido
él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase.
26 Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: “Ten
paciencia conmigo, que todo te lo pagaré.”
27 Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y
le perdonó la deuda.
28 Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de
sus
compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía:
“Paga lo que debes.”
29 Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: “Ten paciencia
conmigo, que ya te pagaré.”
30 Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta
que
pagase lo que debía.
31 Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y
fueron a contar a su señor todo lo sucedido.
32 Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: “Siervo malvado, yo
te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste.
33 ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo
modo que yo me compadecí de ti?”
34 Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase
todo lo que le debía.
35 Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis
de corazón cada uno a vuestro hermano.»