6 Hallándose Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso,
7 se acercó a él una mujer que traía un frasco de alabastro, con
perfume muy caro, y lo derramó sobre su cabeza mientras estaba a la mesa.
8 Al ver esto los discípulos se indignaron y dijeron: «¿Para qué este
despilfarro?
9 Se podía haber vendido a buen precio y habérselo dado a los
pobres.»
10 Mas Jesús, dándose cuenta, les dijo: «¿Por qué molestáis a esta
mujer? Pues una “obra buena” ha hecho conmigo.
11 Porque pobres tendréis siempre con vosotros, pero a mí no me
tendréis siempre.
12 Y al derramar ella este ungüento sobre mi cuerpo, en vista de mi
sepultura lo ha hecho.
13 Yo os aseguro: dondequiera que se proclame esta Buena Nueva, en
el mundo entero, se hablará también de lo que ésta ha hecho para memoria
suya.»
14 Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los
sumos sacerdotes,
15 y les dijo: «¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré?» Ellos le
asignaron treinta monedas de plata.
16 Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para
entregarle.
17 El primer día de los Azimos, los discípulos se acercaron a Jesús y
le dijeron: «¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer el
cordero de Pascua?»
18 El les dijo: «Id a la ciudad, a casa de fulano, y decidle: “El Maestro
dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua
con mis
discípulos.”»
19 Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y
prepararon la Pascua.
20 Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce.
21 Y mientras comían, dijo: «Yo os aseguro que uno de vosotros me
entregará.»
22 Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: «¿Acaso soy
yo, Señor?»
23 El respondió: «El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése
me entregará.
24 El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel
por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no
haber nacido!»
25 Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: «¿Soy yo acaso,
Rabbí?» Dícele: «Sí, tú lo has dicho.»
26 Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió
y, dándoselo a sus discípulos, dijo: «Tomad, comed, éste es mi cuerpo.»