3 Entonces Judas, el que le entregó, viendo que había sido condenado,
fue acosado por el remordimiento, y devolvió las treinta monedas de plata a
los sumos sacerdotes y a los ancianos,
4 diciendo: «Pequé entregando sangre inocente.» Ellos dijeron: «A
nosotros, ¿qué? Tú verás.»
5 El tiró las monedas en el Santuario; después se retiró y fue y
se
ahorcó.
6 Los sumos sacerdotes recogieron las monedas y dijeron: «No es
lícito echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque son precio de sangre.»
7 Y después de deliberar, compraron con ellas el Campo del Alfarero
como lugar de sepultura para los forasteros.
8 Por esta razón ese campo se llamó «Campo de Sangre», hasta hoy.
9 Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: = «Y tomaron
las treinta monedas de plata, cantidad en que fue apreciado aquel a quien
pusieron precio algunos hijos de Israel, =
10 = y las dieron por el Campo del Alfarero, según lo que me ordenó
el Señor.» =
11 Jesús compareció ante el procurador, y el procurador le preguntó:
«¿Eres tú el Rey de los judíos?» Respondió Jesús: «Sí, tú lo dices.»
12 Y, mientras los sumos sacerdotes y los ancianos le acusaban, no
respondió nada.
13 Entonces le dice Pilato: «¿No oyes de cuántas cosas te acusan?»
14 Pero él a nada respondió, de suerte que el procurador estaba muy
sorprendido.
15 Cada Fiesta, el procurador solía conceder al pueblo la libertad de
un preso, el que quisieran.
16 Tenían a la sazón un preso famoso, llamado Barrabás.
17 Y cuando ellos estaban reunidos, les dijo Pilato: «¿A quién queréis
que os suelte, a Barrabás o a Jesús, el llamado Cristo?»,