Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

Mateo 8, 3-32

3 El extendió la mano, le tocó y dijo: «Quiero, queda limpio.» Y al
instante quedó limpio de su lepra.

4 Y Jesús le dice: «Mira, no se los digas a nadie, sino vete, muéstrate
al sacerdote y presenta la ofrenda que prescribió Moisés, para que les sirva
de testimonio.

5 Al entrar en Cafarnaúm, se le acercó un centurión y le rogó

6 diciendo: «Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles
sufrimientos.»

7 Dícele Jesús: «Yo iré a curarle.»

8 Replicó el centurión: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi
techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano.

9 Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis
órdenes, y digo a éste: “Vete”, y va; y a otro: “Ven”, y viene; y a mi siervo:
“Haz esto”, y lo hace.»

10 Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «Os
aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande.

11 Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán
a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos,

12 mientras que los hijos del Reino serán echados a las tinieblas de
fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes.»

13 Y dijo Jesús al centurión: «Anda; que te suceda como has creído.»
Y en aquella hora sanó el criado.

14 Al llegar Jesús a casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama,
con fiebre.

15 Le tocó la mano y la fiebre la dejó; y se levantó y se puso a
servirle.

16 Al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; él expulsó a los
espíritus con una palabra, y curó a todos los enfermos,

17 para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: = El tomó
nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades. =

18 Viéndose Jesús rodeado de la muchedumbre, mandó pasar a la otra
orilla.


19 Y un escriba se acercó y le dijo: «Maestro, te seguiré adondequiera
que vayas.»

20 Dícele Jesús: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo
nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.»

21 Otro de los discípulos le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar
a mi padre.»

22 Dícele Jesús: «Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus
muertos.»

23 Subió a la barca y sus discípulos le siguieron.

24 De pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la
barca quedaba tapada por las olas; pero él estaba dormido.

25 Acercándose ellos le despertaron diciendo: «¡Señor, sálvanos, que
perecemos!»

26 Díceles: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?» Entonces
se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza.

27 Y aquellos hombres, maravillados, decían: «¿Quién es éste, que
hasta los vientos y el mar le obedecen?»

28 Al llegar a la otra orilla, a la región de los gadarenos, vinieron a su
encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, y tan furiosos que
nadie era capaz de pasar por aquel camino.

29 Y se pusieron a gritar: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de
Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?»

30 Había allí a cierta distancia una gran piara de puercos paciendo.

31 Y le suplicaban los demonios: «Si nos echas, mándanos a esa piara
de puercos.»

32 El les dijo: «Id.» Saliendo ellos, se fueron a los puercos, y de
pronto toda la piara se arrojó al mar precipicio abajo, y perecieron en las
aguas.