2 ¡Sube un destructor contra ti! ¡Monta la guardia en la fortaleza,
vigila el camino, cíñete los lomos, refuerza bien tu fuerza!
3 Pues Yahveh restablece la viña de Jacob, como la viña de Israel.
Devastadores la habían devastado, habían destruido sus sarmientos.
4 El escudo de sus bravos es rojo, valientes vestidos de escarlata; con
fuego de hierros brillan los carros, el día que los
preparan, y son
impacientes los jinetes.
5 Por las calles corren furiosos los carros, se precipitan en las plazas,
su aspecto es semejante a antorchas, como relámpago se lanzan.
6 Se da la voz a los bravos; en su marcha se entrechocan; se apresuran
hacia la muralla y se prepara el parapeto.
7 Las puertas que dan al Río se abren y en el palacio cunde el pánico.
8 La Belleza es deportada, arrancada, sus siervas gimen, como gemido
de palomas, y se golpean el corazón.
9 Nínive es como una alberca cuyas aguas se van. «¡Deteneos,
deteneos!» Pero nadie se vuelve.
10 «Saquead la plata, saquead el oro.» ¡Es un tesoro que no tiene fin,
grávido de todos los objetos preciosos!
11 ¡Destrozo, saqueo, devastación! ¡Corazones que se disuelven y
rodillas que vacilan y estremecimiento en todos los lomos y todos los
rostros que mudan de color!
12 ¿Dónde está el cubil de los leones, la cueva de los leoncillos,
a
donde iba el león a llevar la cría del león, sin que nadie le inquietase?
13 El león dilaceraba para sus cachorros, estrangulaba para sus leonas,
llenaba de presas sus escondrijos y de rapiñas sus cubiles.
14 Aquí estoy contra ti, - oráculo de Yahveh Sebaot -: encenderé en
humareda tus carros, y la espada devorará a tus leoncillos; suprimiré de la
tierra tu presa, y no se oirá más la voz de tus mensajeros.