3 Me respondieron: «Los restos del cautiverio que han quedado allí en
la provincia se encuentran en gran estrechez y confusión. La muralla
de
Jerusalén está llena de brechas, y sus puertas incendiadas.»
4 Al oír estas palabras me senté y me puse a llorar; permanecí en
duelo algunos días ayunando y orando ante el Dios del cielo.