3 Pero invocamos a nuestro Dios y montamos guardia contra ellos de
día y de noche.
4 Judá decía: «¡Flaquean las fuerzas de los cargadores: hay demasiado
escombro; nosotros no podemos reconstruir la muralla!»
5 Y nuestros enemigos decían: «¡Antes que se enteren o se den cuenta,
iremos contra ellos, y los mataremos y pararemos la obra!»
6 Pero algunos judíos que vivían junto a ellos vinieron a advertirnos
por diez veces: «Vienen contra nosotros desde todos los lugares que
habitan.»
7 Se apostó, pues, el pueblo en los puntos más bajos, detrás de la
muralla y en los lugares descubiertos, y coloqué a la gente por
familias,
cada uno con sus espadas, sus lanzas y sus arcos.
8 Al ver su miedo, me levanté y dije a los notables, a los consejeros y
al resto del pueblo: «¡No les tengáis miedo; acordaos del Señor, grande y
terrible, y combatid por vuestros hermanos, vuestros hijos y vuestras hijas,
vuestras mujeres y vuestras casas!»
9 Cuando nuestros enemigos supieron que estábamos advertidos y que
Dios había desbaratado sus planes, se retiraron, y todos nosotros volvimos a
la muralla, cada cual a su trabajo.
10 Pero desde aquel día, sólo la mitad de mis hombres tomaban parte
en el trabajo; la otra mitad, provistos de lanzas, escudos, arcos y corazas, se
mantenía detrás de toda la casa de Judá
11 que construía la muralla. También los cargadores estaban armados:
con una mano cuidaba cada uno de su trabajo, con la otra empuñaba
el
arma.
12 Cada uno de los constructores tenía ceñida a la cintura su espada
mientras trabajaba. Había un corneta junto a mí para sonar el cuerno.