19 Tú, en tu inmensa ternura, no los abandonaste en el desierto: la
columna de nube no se apartó de ellos, para guiarles de día por la ruta, ni la
columna de fuego por la noche, para alumbrar ante ellos el camino
por
donde habían de marchar.
20 Tu Espíritu bueno les diste para instruirles, el maná no retiraste de
su boca, y para su sed les diste agua.
21 Cuarenta años los sustentaste en el desierto, y nada les faltó: ni sus
vestidos se gastaron ni se hincharon sus pies.
22 Reinos y pueblos les donaste y las tierras vecinas repartiste: se
apoderaron del país de Sijón, rey de Jesbón, y del país de Og, rey de Basán.
23 Y multiplicaste sus hijos como estrellas del cielo, los llevaste a la
tierra que a sus padres dijiste que entrarían a poseer.
24 Llegaron los hijos y tomaron el país, y tú ante ellos aplastaste a los
habitantes del país, los cananeos, los pusiste en sus manos, con sus reyes y
las gentes del país, para que los trataran a merced de su capricho.
25 Ciudades fuertes conquistaron y una tierra generosa; y heredaron
casas de toda suerte de bienes rebosantes, cisternas ya excavadas, viñas y
olivares, árboles frutales sin medida: comieron, se saciaron, engordaron, se
deleitaron en tus inmensos bienes.
26 Pero después, indóciles, se rebelaron contra ti, arrojaron tu Ley a
sus espaldas, mataron a los profetas que les conjuraban a convertirse a ti;
(grandes desprecios te hicieron).
27 Tú los entregaste en poder de sus enemigos que los oprimieron.
Durante su opresión clamaban hacia ti, y tú los escuchabas desde el cielo; y
en tu inmensa ternura les mandabas salvadores que los libraron de
las
manos opresoras.
28 Pero, apenas en paz, volvían a hacer el mal ante ti, y tú los dejabas
en mano de sus enemigos que los oprimían. Ellos de nuevo gritaban hacia
ti, y tú escuchabas desde el cielo: ¡muchas veces, por ternura, los salvaste!
29 Les conminaste para volverlos a tu Ley, pero ellos en su orgullo no
escucharon tus mandatos; contra tus normas pecaron, contra aquellas que,
cumplidas, dan la vida; dieron la espalda, endurecieron su cerviz y
no
escucharon.
30 Tuviste paciencia con ellos durante muchos años; les advertiste por
tu Espíritu, por boca de tus profetas; pero ellos no escucharon. Y los pusiste
en manos de las gentes de los países.
31 Mas en tu inmensa ternura no los acabaste, no los abandonaste,
porque eres tú Dios clemente y lleno de ternura.
32 Ahora, pues, oh Dios nuestro, tú, Dios grande, poderoso y temible,
que mantienes la alianza y el amor, no menosprecies esta miseria que
ha
caído sobre nosotros, sobre nuestros reyes y príncipes, nuestros sacerdotes y
profetas, sobre todo tu pueblo, desde los tiempos de los reyes de
Asiria
hasta el día de hoy.
33 Has sido justo en todo lo que nos ha sobrevenido, pues tú fuiste
fiel, y nosotros malvados: