4 La chusma que se había mezclado al pueblo se dejó llevar de su
apetito. También los israelitas volvieron a sus llantos diciendo: «¿Quién nos
dará carne para comer?
5 ¡Cómo nos acordamos del pescado que comíamos de balde en
Egipto, y de los pepinos, melones, puerros, cebollas y ajos!
6 En cambio ahora tenemos el alma seca. No hay de nada. Nuestros
ojos no ven más que el maná.»
7 El maná era como la semilla del cilantro; su aspecto era como el del
bedelio.
8 El pueblo se desparramaba para recogerlo; lo molían en la muela o
lo majaban en el mortero; luego lo cocían en la olla y hacían con él tortas.
Su sabor era parecido al de una torta de aceite.
9 Cuando, por la noche, caía el rocío sobre el campamento, caía
también sobre él el maná.
10 Moisés oyó llorar al pueblo, cada uno en su familia, a la puerta de
su tienda. Se irritó mucho la ira de Yahveh. A Moisés le pareció mal,
11 y le dijo a Yahveh: «¿Por qué tratas mal a tu siervo? ¿Por qué no
he hallado gracia a tus ojos, para que hayas echado sobre mí la
carga de
todo este pueblo?