5 En el día de nuestro rey los príncipes enferman por el ardor del vino,
¡y aquél tiende la mano a chocarreros!
6 Cuando acechan, su corazón es como un horno en sus intrigas: toda
la noche duerme el panadero, y a la mañana él quema con fuego llameante.
7 Todos están calientes como un horno, y devoran a sus propios
jueces. Todos sus reyes han caído, y ninguno entre ellos clama a mí.
8 Efraím se mezcla con los pueblos, Efraím es una torta a la que no se
ha dado vuelta.
9 Extranjeros devoran su fuerza, ¡y él no lo sabe! Ya las canas
blanquean en él, ¡y él no lo sabe!
10 El orgullo de Israel testifica contra él, pero no se vuelven a Yahveh
su Dios, con todo esto, no le buscan.
11 Efraím es cual ingenua paloma, sin cordura; llaman a Egipto,
acuden a Asiria.
12 Dondequiera que vayan, yo echaré mi red sobre ellos, como ave del
cielo los haré caer y los visitaré por su maldad.
13 ¡Ay de ellos, que de mí se han alejado! ¡Ruina sobre ellos por
haberse rebelado contra mí! Yo los rescataría, pero ellos dicen
contra mí
mentiras.
14 Y no claman a mí de corazón cuando gimen en sus lechos; por el
trigo y el mosto se hacen incisiones se rebelan contra mí.
15 Yo fortalecí su brazo, ¡y ellos contra mí maquinan el mal!
16 Se vuelven a lo que no es nada, son como un arco engañoso.
Caerán a espada sus príncipes, por la iracundia de su lengua: ¡tal
será su
escarnio en el país de Egipto!