3 En efecto, los magistrados no son de temer cuando se obra el bien,
sino cuando se obra el mal. ¿Quieres no temer la autoridad? Obra el bien, y
obtendrás de ella elogios,
4 pues es para ti un servidor de Dios para el bien. Pero, si obras el mal,
teme: pues no en vano lleva espada: pues es un servidor de Dios para hacer
justicia y castigar al que obra el mal.
5 Por tanto, es preciso someterse, no sólo por temor al castigo,
sino
también en conciencia.