1 ¿O es que ignoráis, hermanos, - hablo a quienes entienden de leyes -
que la ley no domina sobre el hombre sino mientras vive?
2 Así, la mujer casada está ligada por la ley a su marido mientras éste
vive; mas, una vez muerto el marido, se ve libre de la ley del marido.
3 Por eso, mientras vive el marido, será llamada adultera si se une a
otro hombre; pero si muere el marido, queda libre de la ley, de forma que
no es adultera si se casa con otro.
4 Así pues, hermanos míos, también vosotros quedasteis muertos
respecto de la ley por el cuerpo de Cristo, para pertenecer a otro: a aquel
que fue resucitado de entre los muertos, a fin de que fructificáramos para
Dios.
5 Porque, cuando estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas,
excitadas por la ley, obraban en nuestros miembros, a fin
de que
produjéramos frutos de muerte.
6 Mas, al presente, hemos quedado emancipados de la ley, muertos a
aquello que nos tenía aprisionados, de modo que sirvamos con un espíritu
nuevo y no con la letra vieja.