5 Porque, cuando estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas,
excitadas por la ley, obraban en nuestros miembros, a fin
de que
produjéramos frutos de muerte.
6 Mas, al presente, hemos quedado emancipados de la ley, muertos a
aquello que nos tenía aprisionados, de modo que sirvamos con un espíritu
nuevo y no con la letra vieja.
7 ¿Qué decir, entonces? ¿Que la ley es pecado? ¡De ningún modo! Sin
embargo yo no conocí el pecado sino por la ley. De suerte que yo hubiera
ignorado la concupiscencia si la ley no dijera: = ¡No te
des a la
concupiscencia! =
8 Mas el pecado, tomando ocasión por medio del precepto, suscitó en
mi toda suerte de concupiscencias; pues sin ley el pecado estaba muerto.
9 ¡Ah! ¡Vivía yo un tiempo sin ley!, pero en cuanto sobrevino el
precepto, revivió el pecado,