2 Porque la ley del espíritu que da la vida en Cristo Jesús te liberó de
la ley del pecado y de la muerte.
3 Pues lo que era imposible a la ley, reducida a la impotencia por la
carne, Dios, habiendo enviado a su propio Hijo en una carne semejante a la
del pecado, y en orden al pecado, condenó el pecado en la carne,
4 a fin de que la justicia de la ley se cumpliera en nosotros que
seguimos una conducta, no según la carne, sino según el espíritu.
5 Efectivamente, los que viven según la carne, desean lo carnal; mas
los que viven según el espíritu, lo espiritual.
6 Pues las tendencias de la carne son muerte; mas las del espíritu, vida
y paz,
7 ya que las tendencias de la carne llevan al odio a Dios: no se
someten a la ley de Dios, ni siquiera pueden;
8 así, los que están en la carne, no pueden agradar a Dios.
9 Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, ya que
el
Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo,
no le pertenece;
10 mas si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo haya muerto ya a
causa del pecado, el espíritu es vida a causa de la justicia.
11 Y si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos
habita en vosotros, Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos
dará
también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en
vosotros.
12 Así que, hermanos míos, no somos deudores de la carne para vivir
según la carne,
13 pues, si vivís según la carne, moriréis. Pero si con el Espíritu hacéis
morir las obras del cuerpo, viviréis.
14 En efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son
hijos de Dios.
15 Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor;
antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar:
¡Abbá, Padre!
16 El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de
que somos hijos de Dios.
17 Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de
Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él glorificados.
18 Porque estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son
comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros.
19 Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación
de los hijos de Dios.
20 La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no
espontáneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza
21 de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar
en la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
22 Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre
dolores de parto.
23 Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del
Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate
de nuestro cuerpo.
24 Porque nuestra salvación es en esperanza; y una esperanza que se
ve, no es esperanza, pues ¿cómo es posible esperar una cosa que se ve?
25 Pero esperar lo que no vemos, es aguardar con paciencia.
26 Y de igual manera, el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza.
Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene; mas el
Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables,
27 y el que escruta los corazones conoce cuál es la aspiración del
Espíritu, y que su intercesión a favor de los santos es según Dios.
28 Por lo demás, sabemos que en todas las cosas interviene Dios para
bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su
designio.
29 Pues a los que de antemano conoció, también los predestinó a
reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera él el primogénito
entre
muchos hermanos;
30 y a los que predestinó, a ésos también los justificó; a los que
justificó, a ésos también los glorificó.
31 Ante esto ¿qué diremos? Si Dios está por nosotros ¿quién contra
nosotros?
32 El que no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por
todos nosotros, ¿cómo no nos dará con él graciosamente todas las cosas?
33 ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? = Dios es quien justifica. =
34 = ¿Quién condenará? = ¿Acaso Cristo Jesús, el que murió; más aún
el que resucitó, el que está a la diestra de Dios, y que intercede
por
nosotros?
35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la
angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la
espada?,
36 como dice la Escritura: = Por tu causa somos muertos todo el día;
tratados como ovejas destinadas al matadero. =
37 Pero en todo esto salimos vencedores gracias a aquel que nos amó.
38 Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni
los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades