4 Cuando por su causa la tierra se vio sumergida, de nuevo la
Sabiduría la salvó conduciendo al justo en un vulgar leño.
5 En la confusión que siguió a la común perversión de las naciones,
ella conoció al justo, le conservó irreprochable ante Dios y le
mantuvo
firme contra el entrañable amor a su hijo.
6 Ella, en el exterminio de los impíos, libró al justo cuando escapaba
del fuego que bajaba sobre Pentápolis.
7 Como testimonio de aquella maldad queda todavía una tierra
desolada humeando, unas plantas cuyos frutos no alcanzan sazón a su
tiempo, y, como monumento de un alma incrédula, se alza una columna de
sal.