4 Tuvieron sed y te invocaron: de una roca abrupta se les dio agua, de
una piedra dura, remedio para su sed.
5 Lo mismo que fue para sus enemigos un castigo, fue para ellos en
su apuro un beneficio.
6 En vez de la fuente perenne de un río enturbiado por una mezcla de
sangre y barro
7 en pena de su decreto infanticida, diste a los tuyos inesperadamente
un agua abundante,
8 mostrándoles por la sed que entonces sufrieron de qué modo habías
castigado a sus adversarios.
9 Pues cuando sufrieron su prueba - si bien con misericordia
corregidos - conocieron cómo los impíos, juzgados con cólera,
eran
torturados;
10 pues a ellos los habías probado como padre que amonesta, pero a
los otros los habías castigado como rey severo que condena.
11 Tanto estando lejos como cerca, igualmente se consumían,
12 pues una doble tristeza se apoderó de ellos, y un lamento con el
recuerdo del pasado:
13 porque, al oír que lo mismo que era su castigo, era para los otros
un beneficio, reconocieron al Señor;
14 pues al que antes hicieron exponer y luego rechazaron con
escarnio, al final de los acontecimientos le admiraron después de
padecer
una sed bien diferente de la de los justos.
15 Por sus locos e inicuos pensamientos por los que, extraviados,
adoraban reptiles sin razón y bichos despreciables, les enviaste en castigo
muchedumbre de animales sin razón,
16 para que aprendiesen que, por donde uno peca, por allí es
castigado.
17 Pues bien podía tu mano omnipotente - ella que de informe
materia había creado el mundo - enviar contra ellos muchedumbre de osos o
audaces leones,
18 o bien fieras desconocidas, entonces creadas, llenas de furor,
respirando aliento de fuego, lanzando humo hediondo o despidiendo de sus
ojos terribles centellas,