8 mostrándoles por la sed que entonces sufrieron de qué modo habías
castigado a sus adversarios.
9 Pues cuando sufrieron su prueba - si bien con misericordia
corregidos - conocieron cómo los impíos, juzgados con cólera,
eran
torturados;
10 pues a ellos los habías probado como padre que amonesta, pero a
los otros los habías castigado como rey severo que condena.
11 Tanto estando lejos como cerca, igualmente se consumían,
12 pues una doble tristeza se apoderó de ellos, y un lamento con el
recuerdo del pasado:
13 porque, al oír que lo mismo que era su castigo, era para los otros
un beneficio, reconocieron al Señor;
14 pues al que antes hicieron exponer y luego rechazaron con
escarnio, al final de los acontecimientos le admiraron después de
padecer
una sed bien diferente de la de los justos.
15 Por sus locos e inicuos pensamientos por los que, extraviados,
adoraban reptiles sin razón y bichos despreciables, les enviaste en castigo
muchedumbre de animales sin razón,
16 para que aprendiesen que, por donde uno peca, por allí es
castigado.
17 Pues bien podía tu mano omnipotente - ella que de informe
materia había creado el mundo - enviar contra ellos muchedumbre de osos o
audaces leones,
18 o bien fieras desconocidas, entonces creadas, llenas de furor,
respirando aliento de fuego, lanzando humo hediondo o despidiendo de sus
ojos terribles centellas,
19 capaces, no ya de aniquilarlos con sus ataques, sino de destruirlos
con sólo su estremecedor aspecto.
20 Y aun sin esto, de un simple soplo podían sucumbir, perseguidos
por la Justicia, aventados por el soplo de tu poder. Pero tú todo lo dispusiste
con medida, número y peso.
21 Pues el actuar con inmenso poder siempre está en tu mano. ¿Quién
se podrá oponer a la fuerza de tu brazo?
22 Como lo que basta a inclinar una balanza, es el mundo entero en tu
presencia, como la gota de rocío que a la mañana baja sobre la tierra.
23 Te compadeces de todos porque todo lo puedes y disimulas los
pecados de los hombres para que se arrepientan.