4 los odiabas, porque cometían las más nefastas acciones, prácticas de
hechicería, iniciaciones impías.
5 A estos despiadados asesinos de sus hijos, devoradores de entrañas
en banquetes de carne humana y de sangre, a estos iniciados en bacanales,
6 padres asesinos de seres indefensos, habías querido destruirlos a
manos de nuestros padres,
7 para que la tierra que te era la más apreciada de todas, recibiera una
digna colonia de hijos de Dios.
8 Pero aun con éstos, por ser hombres, te mostraste indulgente, y les
enviaste avispas, como precursoras de tu ejército, que les fuesen
poco a
poco destruyendo.
9 No porque no pudieses en batalla campal entregar a los impíos en
manos de los justos, o aniquilarlos de una vez con feroces fieras o con una
palabra inexorable,
10 sino que les concedías, con un castigo gradual, una ocasión de
arrepentirse; aun sabiendo que era su natural perverso, su malicia innata, y
que jamás cambiaría su manera de pensar
11 por ser desde el comienzo una raza maldita. Tampoco por temor a
nadie concedías la impunidad a sus pecados.
12 Pues ¿quién podría decirte: «¿Qué has hecho?» ¿Quién se
opondría a tu sentencia? ¿Quién te citaría a juicio por destruir naciones por
ti creadas? ¿Quién se alzaría contra ti como vengador de hombres inicuos?
13 Pues fuera de ti no hay un Dios que de todas las cosas cuide,
a
quien tengas que dar cuenta de la justicia de tus juicios;
14 ni hay rey ni soberano que se te enfrente en favor de los que has
castigado.
15 Sino que, como eres justo, con justicia administras el universo, y
miras como extraño a tu poder condenar a quien no merece ser castigado.
16 Tu fuerza es el principio de tu justicia y tu señorío sobre todos los
seres te hace indulgente con todos ellos
17 Ostentas tu fuerza a los que no creen en la plenitud de tu poder, y
confundes la audacia de los que la conocen.
18 Dueño de tu fuerza, juzgas con moderación y nos gobiernas con
mucha indulgencia porque, con sólo quererlo, lo puedes todo.
19 Obrando así enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser amigo del
hombre, y diste a tus hijos la buena esperanza de que, en el
pecado, das
lugar al arrepentimiento.
20 Pues si a los enemigos de tus hijos, merecedores de la muerte, con
tanto miramiento e indulgencia los castigaste dándoles tiempo y lugar para
apartarse de la maldad,
21 ¿con qué consideración no juzgaste a los hijos tuyos, a cuyos
padres con juramentos y pactos tan buenas promesas hiciste?
22 Así pues, para aleccionarnos, a nuestros enemigos los flagelas con
moderación, para que, al juzgar, tengamos en cuenta tu bondad y, al
ser
juzgados, esperemos tu misericordia.
23 Por tanto, también a los que inicuamente habían vivido una vida
insensata les atormentaste con sus mismas abominaciones.
24 Demasiado, en verdad, se habían desviado por los caminos del
error, teniendo por dioses a los más viles y despreciables, animales,
dejándose engañar como pequeñuelos inconscientes.
25 Por eso, como a niños sin seso, les enviaste una irrisión de castigo.
26 Pero los que con una reprimenda irrisoria no se enmendaron, iban