5 pues de la grandeza y hermosura de las criaturas se llega, por
analogía, a contemplar a su Autor.
6 Con todo, no merecen éstos tan grave reprensión, pues tal vez
caminan desorientados buscando a Dios y queriéndole hallar.
7 Como viven entre sus obras, se esfuerzan por conocerlas, y se dejan
seducir por lo que ven. ¡Tan bellas se presentan a los ojos!
8 Pero, por otra parte, tampoco son éstos excusables;
9 pues si llegaron a adquirir tanta ciencia que les capacitó para
indagar el mundo, ¿cómo no llegaron primero a descubrir a su Señor?
10 Desgraciados, en cambio, y con la esperanza puesta en seres sin
vida, los que llamaron dioses a obras hechas por mano de hombre, al oro, a
la plata, trabajados con arte, a representaciones de animales o a una piedra
inútil, esculpida por mano antigua.
11 Un leñador abate con la sierra un árbol conveniente, lo despoja
diestramente de toda su corteza, lo trabaja con habilidad y fabrica un objeto
útil a las necesidades de la vida.
12 Con los restos de su trabajo se prepara la comida que le deja
satisfecho.
13 Queda todavía un resto del árbol que para nada sirve, un tronco
torcido y lleno de nudos. Lo toma y lo labra para llenar los ratos de ocio, le
da forma con la destreza adquirida en sus tiempos libres; le da el parecido
de una imagen de hombre
14 o bien la semejanza de algún vil animal. Lo pinta de bermellón,
colorea de rojo su cuerpo y salva todos sus defectos bajo la capa de pintura.