18 A extender este culto contribuyó la ambición del artista y arrastró
incluso a quienes nada del rey sabían;
19 pues deseoso, sin duda, de complacer al soberano, alteró con su
arte la semejanza para que saliese más bella,
20 y la muchedumbre seducida por el encanto de la obra, al que poco
antes como hombre honraba, le consideró ya objeto de adoración.
21 De aquí provino la asechanza que se le tendió a la vida: que,
víctimas de la desgracia o del poder de los soberanos, dieron los hombres a
piedras y leños el Nombre incomunicable.
22 Luego, no bastó con errar en el conocimiento de Dios; viviendo
además la guerra que esta ignorancia les mueve, ellos a tan graves males les
dan el nombre de paz.
23 Con sus ritos infanticidas, sus misterios secretos, sus delirantes
orgías de costumbres extravagantes,