19 pues deseoso, sin duda, de complacer al soberano, alteró con su
arte la semejanza para que saliese más bella,
20 y la muchedumbre seducida por el encanto de la obra, al que poco
antes como hombre honraba, le consideró ya objeto de adoración.
21 De aquí provino la asechanza que se le tendió a la vida: que,
víctimas de la desgracia o del poder de los soberanos, dieron los hombres a
piedras y leños el Nombre incomunicable.
22 Luego, no bastó con errar en el conocimiento de Dios; viviendo
además la guerra que esta ignorancia les mueve, ellos a tan graves males les
dan el nombre de paz.
23 Con sus ritos infanticidas, sus misterios secretos, sus delirantes
orgías de costumbres extravagantes,
24 ni sus vidas ni sus matrimonios conservan ya puros. Uno elimina a
otro a traición o le aflige dándole bastardos;
25 por doquiera, en confusión, sangre y muerte, robo y fraude,
corrupción, deslealtad, agitación, perjurio,
26 trastorno del bien, olvido de la gratitud, inmundicia en las almas,
inversión en los sexos, matrimonios libres, adulterios, libertinaje.
27 Que es culto de los ídolos sin nombre principio, causa y término
de todos los males.
28 Porque o se divierten alocadamente, o manifiestan oráculos falsos,
o viven una vida de injusticia, o con toda facilidad perjuran:
29 como los ídolos en que confían no tienen vida, no esperan que del
perjurio se les siga algún mal.
30 Una justa sanción les alcanzará, sin embargo, por doble motivo:
por formarse de Dios una idea falsa al darse a los ídolos y por
jurar
injustamente contra la verdad con desprecio de toda santidad.