10 a tus hijos, en cambio, ni dientes de serpientes venenosas los
vencieron, pues vino tu misericordia en su socorro y los sanó.
11 Las mordeduras - pronto curadas - les recordaban tus preceptos no
fuera que, cayendo en profundo olvido, se vieran excluidos de
tu
liberalidad.
12 Ni los curó hierba ni emplasto alguno, sino tu palabra, Señor, que
todo lo sana.
13 Pues tú tienes el poder sobre la vida y sobre la muerte, haces bajar
a las puertas del Hades y de allí subir.
14 El hombre, en cambio, puede matar por su maldad, pero no hacer
tornar al espíritu que se fue, ni liberar al alma ya acogida en el Hades.
15 Es imposible escapar de tu mano.
16 Los impíos que rehusaban conocerte fueron fustigados por la
fuerza de tu brazo; lluvias insólitas, granizadas, aguaceros implacables los
persigueron y el fuego los devoró.
17 Y lo más extraño era que con el agua, que todo lo apaga, el fuego
cobraba una violencia mayor. El universo, en efecto, combate en favor de
los justos.