2 En vez de tal castigo, concediste favores a tu pueblo: para satisfacer
su voraz apetito, les preparaste como alimento un manjar
exquisito:
codornices;
3 para que aquéllos, aun ansiando el alimento, por el asqueroso
aspecto de los bichos que les enviabas, hasta el apetito natural perdiesen, y
éstos, pasadas unas breves privaciones, viniesen a gustar
manjares
exquisitos.
4 Era razón que aquéllos, los opresores, sufrieran un hambre
irremediable, mientras a éstos bastaba mostrarles la clase de tormento que
sus enemigos padecían.
5 Incluso cuando cayó sobre ellos la ira terrible de animales feroces,
cuando por mordeduras de sinuosas serpientes perecían, no persistió
tu
cólera hasta el fin.
6 Como advertencia se vieron atribulados por breve tiempo, pues
tenían una señal de salvación como recuerdo del mandamiento de tu Ley;
7 y el que a ella se volvía, se salvaba, no por lo que contemplaba, sino
por ti, Salvador de todos.
8 De este modo convenciste a nuestros enemigos de que tú eres el que
libras de todo mal: