25 Por eso, también entonces, cambiándose en todo, servía a tu
liberalidad que a todos sustenta, conforme al deseo de los necesitados.
26 De este modo enseñabas a tus hijos queridos, Señor, que no son las
diversas especies de frutos los que alimentan al hombre, sino que es
tu
palabra la que mantiene a los que creen en ti.
27 El fuego no alcanzaba a disolver lo que sencillamente derretía el
calor de un breve rayo de sol.
28 Con ello le enseñabas que debían adelantarse al sol para darte
gracias y recurrir a ti al rayar el día,
29 pues la esperanza del ingrato como escarcha invernal se derrite y
corre como agua inútil.