Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

Sabiduría 16, 7-26

7 y el que a ella se volvía, se salvaba, no por lo que contemplaba, sino
por ti, Salvador de todos.

8 De este modo convenciste a nuestros enemigos de que tú eres el que
libras de todo mal:

9 a ellos picaduras de langostas y moscas los mataban, - y bien
merecían que bichos tales los castigasen - sin que remedio hallaran para su
vida;

10 a tus hijos, en cambio, ni dientes de serpientes venenosas los
vencieron, pues vino tu misericordia en su socorro y los sanó.

11 Las mordeduras - pronto curadas - les recordaban tus preceptos no
fuera que, cayendo en profundo olvido, se vieran excluidos de
tu
liberalidad.

12 Ni los curó hierba ni emplasto alguno, sino tu palabra, Señor, que
todo lo sana.

13 Pues tú tienes el poder sobre la vida y sobre la muerte, haces bajar
a las puertas del Hades y de allí subir.

14 El hombre, en cambio, puede matar por su maldad, pero no hacer
tornar al espíritu que se fue, ni liberar al alma ya acogida en el Hades.


15 Es imposible escapar de tu mano.

16 Los impíos que rehusaban conocerte fueron fustigados por la
fuerza de tu brazo; lluvias insólitas, granizadas, aguaceros implacables los
persigueron y el fuego los devoró.

17 Y lo más extraño era que con el agua, que todo lo apaga, el fuego
cobraba una violencia mayor. El universo, en efecto, combate en favor de
los justos.

18 Las llamas unas veces se amansaban para no consumir a los
animales enviados contra los impíos, y darles a entender, por lo que veían,
que el juicio de Dios les hostigaba;

19 pero otras, aun en medio de las aguas, abrasaban con fuerza
superior a la del fuego para destruir las cosechas de una tierra inicua.

20 A tu pueblo, por el contrario, le alimentaste con manjar de
ángeles; les suministraste, sin cesar desde el ciel un pan ya preparado que
podía brindar todas las delicias y satisfacer todos los gustos.

21 El sustento que les dabas revelaba tu dulzura con tus hijos pues,
adaptándose al deseo del que lo tomaba, se tranformaba en lo que cada uno
quería.

22 Nieve y hielo resistían al fuego sin fundirse, para que supieran que
el fuego, para destruir las cosechas de sus enemigos, entre el
granizo
abrasaba y fulguraba entre la lluvia,

23 mientras que, para que los justos pudieran sustentarse, hasta de su
natural poder se olvidaba.

24 Porque la creación, sirviéndote a ti, su Hacedor, se embravece para
castigo de los inicuos y se amansa en favor de los que en ti confían.

25 Por eso, también entonces, cambiándose en todo, servía a tu
liberalidad que a todos sustenta, conforme al deseo de los necesitados.

26 De este modo enseñabas a tus hijos queridos, Señor, que no son las
diversas especies de frutos los que alimentan al hombre, sino que es
tu
palabra la que mantiene a los que creen en ti.