19 el horrísimo fragor de rocas que caían de las alturas, la invisible
carrera de animales que saltando pasaban, el rugido de las fieras
más
salvajes, el eco que devolvían las oquedades de las montañas, todo
les
aterrorizaba y les dejaba paralizados.
20 Estaba entonces el mundo entero iluminado de luz esplendorosa,
y, sin traba alguna, se ocupaba en sus quehaceres;